Un viaje entre melodías: la noche de María Centeno y Joaquina Mertz en el Lunario
Por Ricardo Gutiérrez/Foto por: Berenice ÁlvarezBajo las tenues luces del Lunario, el reloj marcaba las ocho y la noche prometía magia. El recinto se fue llenando de un público que, más que asistentes, parecían ser cómplices de un ritual musical. Dos voces se alistaban para conquistar un espacio que ya late con historias y armonías: María Centeno y Joaquina Mertz, amigas en la vida y dueñas de escenarios, tejieron una noche inolvidable entre la nostalgia y la reinvención.
María Centeno abrió el telón con una elegancia serena, trayendo consigo canciones que hilvanaron los capítulos de su vida musical, desde su trabajo en solitario hasta los proyectos que la han definido, como La Isla Centeno y La Garfield. Su voz, suave pero contundente, flotó entre las paredes del Lunario mientras agradecía con el corazón expuesto, confesando que aquel escenario era su lugar predilecto para tocar en la ciudad.
A lo largo de su set, María invitó a compartir el escenario a Kirnbauer, Vera Pedro, Emily Booher y Joaquina Mertz. En cada colaboración, la música se convirtió en un abrazo colectivo, especialmente cuando dedicó piezas a aquellos que la ayudaron a “salir de la oscuridad y volver a poner el cuerpo donde brilla el sol.” La interpretación de “Mala,” su emblemática pieza con La Garfield, encendió el momento más visceral de la noche, un recordatorio de las puertas que se han abierto gracias al poder de una sola canción.
Entre luces que dibujaban paisajes íntimos y acordes que parecían desgarrar corazones enamorados y rotos, María cerró su acto dejando una atmósfera vibrante, la perfecta antesala para Joaquina Mertz.
Cuando el reloj rozaba las 10:30, Joaquina emergió en el escenario con una energía arrolladora. Vestida con la seguridad que solo una década de recorrido puede otorgar, presentó piezas de su nuevo EP *Conexión*, comenzando con el estreno de “Llévame.” La frescura del material se sintió como un soplo de aire nuevo, una declaración de que aún hay mucho por descubrir en su universo creativo.
La noche se tornó más intensa con la aparición de Luisa Almaguer para interpretar juntas “Despierta,” un momento cargado de sensibilidad y entrega. Pero fue “Santería” la que mostró a Joaquina en su forma más majestuosa, un despliegue vocal que hipnotizó a la audiencia y reafirmó su lugar en el panteón de las grandes voces de México.
La energía cambió con la llegada de Cuauh, quien con su rap en “Yugular” trajo una dosis de poder crudo, celebrando el cuerpo femenino como una manifestación de fuerza y resistencia. Joaquina cerró la noche con “TQP,” dejando al público en una mezcla de asombro y anhelo, como si el tiempo se hubiese escapado entre notas y emociones.
Entre canciones y aplausos, risas y silencios cargados de emoción, la noche en el Lunario fue mucho más que un concierto: fue un testimonio de la música como acto de conexión, un puente entre el dolor y la esperanza, entre el pasado y el presente. María Centeno y Joaquina Mertz no solo iluminaron el escenario, sino también los corazones de quienes estuvieron allí para presenciar una noche que quedará grabada como un eco eterno en el alma del Lunario.
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