La noche del 7 de noviembre la Arena Ciudad de México se convirtió en un pequeño portal entre Japón y la Ciudad de México: luces, pirotecnia y coreografías impecables coparon el escenario mientras una multitud que llevaba días esperando la cita coreaba cada riff. El reloj marcó poco después de las 21:20 cuando el espectáculo comenzó; lo que siguió fue cerca de hora y media de intensidad que terminó pasadas las 22:50.
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| FOTO POR: Ricardo Gutiérrez (NeZis) |
Desde muy temprano hubo señales de que esta velada no sería cualquiera: grupos de fans acamparon y llegaron con muchas horas de antelación para asegurarse un buen lugar en sección general, algunos desde el día anterior, y las calles alrededor de la Arena se llenaron de gente con atuendos creados especialmente para la ocasión. La convocatoria oficial y la propia interacción de la banda con México —con mensajes y saludos previos en redes— alimentó la expectativa.
La atmósfera fue una mezcla de solemnidad festiva y cachondeo metalero. Antes del concierto circulaban “freebies” y recuerdos hechos por fans —pequeños obsequios para intercambiar o regalar— y no faltaron los planes de arrojar peluches al escenario: pese a que el acceso al recinto restringía ciertos objetos, varios asistentes lograron lanzar algunos peluches que terminaron en manos de las integrantes, como ya es tradición en las visitas del grupo. También se vieron banderas y pañuelos personalizados con el logo de BABYMETAL pintado con los colores mexicanos; al final del show esas enseñas ondearon mientras las integrantes se despedían.
En lo estético, la banda navegó entre lo clásico y lo nuevo: los trajes “de siempre”, con su mezcla de kawaii y metal, convivieron con vestuarios más recientes y con una invitación explícita a la audiencia para celebrar a la mexicana —Momoko, en particular, sugirió que los fans se pintaran como catrines y catrinas, y muchos respondieron incorporando motivos del Día de Muertos a sus atuendos. El resultado fue visualmente potente: oscuridad teatral, maquillaje, calaveras estilizadas y el rojo del escenario como hilo conductor.
El show tuvo momentos de alta teatralidad: explosiones y efectos pirotécnicos que sorprendieron por su intensidad y sincronía con la música, incendios escénicos fugaces y una dirección de luces que transformó la Arena en un campo de guerra luminosa. Muchos de estos elementos aportaron la sensación de estar ante un espectáculo pensado para la gran pantalla, más que para un simple concierto.
Musicalmente, el setlist mezcló material actual y clásicos; arrancaron con “BABYMETAL DEATH” y cerraron con “Road of Resistance”, pasando por himnos como “Gimme Chocolate!!” y “KARATE”. La selección estuvo claramente inclinada hacia las canciones del último álbum y las colaboraciones recientes, lo que en la práctica dejó menos espacio a los repertorios verdaderamente “tradicionales” del grupo —una decisión que algunos fans celebraron y que otros criticaron por alejarse de lo que consideran el cancionero más icónico.
No faltaron contrastes: mientras la mayor parte del público entregó energía desbordada entre mosh pits y olas humanas, hubo sectores donde el comportamiento fue, por decirlo suave, contenido: algunas personas permanecieron sentadas durante casi todo el show —una dinámica que generó miradas y susurros entre quienes esperaban levantar al público en cada estribillo—. Este contraste entre zonas activas y sectores pasivos marca a veces la experiencia de shows en recintos grandes y habla de un público diverso en expectativas y necesidades.
Fuera del escenario, hubo también desajustes en la operación: reportes y comentarios en redes apuntaron a decisiones de seguridad que algunos asistentes consideraron de “poco criterio” (desde la aplicación de prohibiciones hasta el control de accesos), lo que provocó molestias puntuales en la fila y en el acceso a la mercancía oficial. Estos incidentes no opacaron el concierto, pero sí dejaron la sensación de que la logística podría haber sido afinada para un evento de esta escala.
En cuanto a la voz de Su-metal, en semanas previas fans y foros habían señalado que, en algunos conciertos en Estados Unidos, su registro había mostrado fatiga o fluctuaciones puntuales; sin embargo, en la Arena CDMX no se percibieron problemas similares durante la mayoría de las canciones: su desempeño sonó sólido y acorde a la energía del montaje, y los momentos más melódicos se sostuvieron sin contratiempos notables. Esa estabilidad ayudó a sostener la narrativa del show, sobre todo en pasajes menos furiosos y más emocionales.
Al cierre, el ritual: las integrantes saludaron y recibieron los peluches que el público arrojó, se tomaron banderas mexicanas y se despidieron con el clásico intercambio de “We are!” y la reciprocidad de la audiencia. Después, Kobametal (manager de la banda) y las cuentas oficiales agradecieron en redes la energía mexicana y dejaron entrever que habrá nuevos encuentros en 2026, un mensaje que encendió la expectación de los fans.
El concierto fue, en conjunto, una demostración de producción impecable y conexión con el público mexicano. La propuesta escénica —desde vestuarios hasta pirotecnia— cumplió su cometido de espectáculo total. No obstante, la noche también puso en relieve tensiones típicas de eventos masivos: la gestión de accesos y objetos (peluches, banderas, freebbies) podría haber sido más clara y uniforme; la convivencia entre secciones que quieren mosh y secciones que permanecen sentadas creó momentos de fricción y, sobre todo, la apuesta por material nuevo (y colaboraciones) dejó a algunos nostálgicos con ganas de más clásicos. En suma: un show redondo en impacto, con pequeñas asperezas operativas y decisiones de repertorio que polarizan al público.
Setlist (según registros del show)
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BABYMETAL DEATH
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PA PA YA!!
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METALI!! (preceded by KAMI Band Solos)
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Kon! Kon!
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Song 3 (BABYMETAL × Slaughter to Prevail)
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RATATΑΤΑ (BABYMETAL × Electric Callboy)
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Gimme Chocolate!!



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